Uno de los recuerdo más bellos de las navidades pasadas, de aquellas en las que la familia se reunía en torno al comedor y no a una vitrina de centro comercial, es el conjunto de tarjetas sobre el pesebre y al pie del árbol con mensajes impresos y pintados, complementados a veces por frases escritas con el bolígrafo del remitente, una mezcla alegre de tipografía y consignas amables.
Cada membrete repleto de tonos y brillos que se confundían con el verde imperante de aquellos días en que diciembre era tropical y no un remedo de nieves azules y blancas propias de otras tierras. Algunas de estas tarjetas asombraban mi joven mente y me revolvían los sesos con la pregunta: ¿dónde es que tiene el disco que la hace sonar?
Se abrían y sonaba una melodía navideña, se cerraban y era un "stop"... ¡Vaya qué era mágica esa tentación de desarmarlas! Cuando ya estaba a punto de volverme ingeniero la imagen de mi abuela con chancleta en mano me disuadía... Uh JUM, mejor dejamos la melodía tranquila...
Bueno, no les puedo dar una de esas tarjetas... puedo, eso sí hacer la entrega en dos partes, por un lado la tarjeta que les adjunto y por el otro la melodía que también les anexo.
Con mi más sincero y afectuoso saludo les dejo una tarjeta sonora...