Era apenas un estudiante de colegio, uno de los buenos académicamente pero desastrosos en lo que se conoce en el establecimiento como: disciplina.
Gracias a esa carencia no seguía las vías de estilo usuales en nuestra criolla nación. No gustaba del baile y la fiesta sin motivo, no gustaba de la radio comercial ni de las modas imperantes. Buscaba ser distinto, original, como todos los jóvenes en algún momento. No quería saborear las notas que entran al estómago sin necesidad de masticarse. Buscaba y seguía buscando en el dial para siempre reparar en la radio pública o universitaria, que son sin lugar a dudas, la manera más armónica de sintonizar con variedad interesantes horizontes... no solo musicales por supuesto.
En una de esas vueltas a la perilla de la grabadora apareció este tema, magnífico despliegue de virtuosismo de un trío de maestros. Hoy, después de casi dos décadas sigue siendo una patada de energía que me recuerda el camino de indisciplina que erróneamente, en ocasiones, procuro evitar.