Es gracioso, las personas de alma revolucionaria, de corazón
anti-imperialista y pregón anarquista y todas esas notas de repudio al consumo,
que he conocido, resultan siendo franquicias vivas de cuanta marca comercial
pueda existir... solo basta un pequeño catarro para que corran al “farmatodo” y
revienten una canasta con pepas, jarabes, ungüentos, pañuelos, supositorios y
cuanto menjurje les alcance el sueldo a pagar.
Una de esas personas, más bien varias, me han mirado con…
mmmmm… digamos que pesar, cuando les recomiendo ir a la plaza de mercado a
comprar unos atados de matas, mejor dicho de yerbas, para preparar un “agua”
agregarle limón, miel y por supuesto guaro. Remedio infalible fruto de la
sabiduría de mi eterna abuela… Bueno, si es cristiano o alguna de esas cosas
que por razones inhumanas prohíben a sus fieles ingerir alcohol, pues no le
ponga guaro y réstele placer.
La vieja, mi abuela pues, solía quejarse de la flojera de
nosotros, los otrora jóvenes, y obvio de los que si son jóvenes hoy día:
-Apenas yo sentía que me iba a dar gripa, salía a la tienda
y me compraba media de aguardiente. Me la tomaba con limón y aguadepanela y ya,
santo remedio. Hoy mírelas y mírelos, se mueren si se mojan, las narices
peladas de tanto sonarse los mocos y el buche llenos de pepas como gallinas.
Tómense un caldo y un agua de manzanilla!!!
Sentenciaba la vieja.
Pero en la plaza? Es que eso no es limpio! Cómo puedes ir a
comer a una plaza, eso lleno de tierra…
Sentenciaban mis conocidos de discurso rebelde pero a fin de
cuentas lame-suelas de las corporaciones y sus laboratorios que ven con malos
ojos y competencia de poca monta las tradiciones culturales y sus sabios
métodos medicinales que a más de uno, con todas las muecas posibles, nos han
salvado el día, la semana y el paseo… pues al todas estas, de la tierra venimos
y sobre ella estamos.