martes, 13 de septiembre de 2016

Un millón de amigos

Durante su último aliento logró convertirse en un millón de hombres que se abalanzaron sobre los tres demonios que apuñalaban su moribunda carne. Trescientos treinta y tres mil trescientos treinta y tres cayeron sobre cada atracador haciendo llover sus entrañas sobre el oscuro y frío callejón.
Pequeños ojos brillaban en las ventanas que rodeaban esta carnicería, ojos escondidos en luces apagadas y bocas silenciosas.
Otro par de ojos, los del hombre un millón, veían como su vida se apagaba, pero bajo esos ojos había una sonrisa que celebraba la coronación de su muerte con la venganza milagrosa de la misma.
Nunca esperaron los ladrones que un simple teléfono celular estuviera tan bien custodiado.
El millón de hombres eran el usuario y sus amigos virtuales. Su conexión por redes sociales, más entrañable que cualquier contacto real, había permitido que estos salieran de su teléfono a cobrar vendetta y llorar por su compañero fallecido. Así de fuerte es la amistad de estos días.