martes, 26 de abril de 2016

Banderas Verdes

Esa mañana, apenas iniciando mi recorrido habitual, cuando estaba dispuesto a cruzar la calle que me separaba de la estación de buses, apareció un bólido de cuatro ruedas al que el único rojo que parecía importarle era el propio pues el del semáforo le resultó insignificante. Al volante un uniformado que dejaba escapar por las ventanas de la nave su refinado gusto por el reguetón, de mucha altura si hablamos en decibelios.

A mi lado un habitante de calle, a la par de quien escribe, tuvo que frenar su paso en seco a riesgo de ser arrollado por tan particular pero no menos habitual piloto de carreras. Juntos pasmados cruzamos miradas y gestos como de cuando uno pisa mierda de perro.

El hombre me dice: “¡Esos tombos si son una bandera!”

Yo no puedo más que reír en modo de aprobación y de paso manifestando la alegría que todos sienten al encontrar un pensamiento similar al propio.

El hombre continúa: “¡Nada más bandera que los tombos!”

-Totalmente de acuerdo mi hermano – Respondí – Y vaya usted a decirle algo a una gonorrea de esas…

Ahora, ambos mirábamos a izquierda y derecha, no se podía garantizar que no viniera otro “Ayrton Senna” en persecución del “Fittipaldi” criollo que casi nos mataba hacía momentos. Al cruzar la calle, como todo el mundo, cada cual siguió su rumbo, pero como no todo el mundo que se precia de ser educado hace, el hombre de la calle se despidió y me deseó un feliz día llevando consigo mi recíproco saludo.

A través de las ventanas del bus, presté atención a todo uniformado que, tal vez castigado, estaba patrullando a esa hora de la mañana. Tres en una esquina mirando el celular que uno de ellos sostenía. Más adelante uno comiendo arepa al lado de otro fumando. Luego, en una estación donde yo tenía que hacer cambio de ruta, uno que escuchaba un radio transmisor desde el que le decían algo como: “… Una partida de gamines…”.

Tal vez, la voz de aquel radio, se refería a un escuadrón de policías o bueno, resulta confuso a qué se referían, pues a decir verdad he encontrado mayores índices de compostura en aquellos que tienen las calles por alcobas que en los que visten esos trajes verdes que les pronuncian los grasosos abdómenes.

Así las cosas tendríamos que definir la palabra gamín, conversación que sería interesante sostener con aquel nativo del asfalto con el que compartimos opiniones sobre nuestra fuerza pública.

Alexander Marroquín