Un par de cosas,
del compendio que componen mi vida, logran que en mi pecho circule un fresco
aire de orgullo, una felicidad plena.
Este par de cosas
resultan, a oídos comunes, temas de cajón o reflexiones de momento cuando de
intentar quedar bien ante los demás se trata, pues las manifestaciones de
afecto dependen del visor ajeno y se acomodan a la costumbre o a la tendencia.
La primera que
deseo exponer es tan simple que muchos la consideran cuando la ausencia aparece
o, paradójicamente cuando requieren los favores de aquello que desmienten a
cada momento: Me siento un hombre orgulloso porque reconozco que cada tramo de
mi ser, cada respiro que he dado, el respiro actual y los futuros, mis logros y
fracasos, los fracasos que me han educado, los lamentos que me han llenado de
fortaleza, todo ese mágico coctel de mil sabores, la vida que tanto respeto y a
la que le sigo preguntando sobre el sentido de ella misma, esos detalles
pequeños que me permiten ser feliz en este pequeño espacio que se me ha
otorgado para recorrer en el infinito reloj cósmico, la realidad que puedo
objetar, las luchas que me permito dar, las neuronas que me permiten soñar, mi
ser físico y el infinito ser mental al que espero llegar, todo, todo aquello
que pueda llegar a ver o a imaginar, mi vida misma sin dejar nada afuera, todo
fue, es y será posible porque la sabía vida misma me permitió gestarme en el
vientre de una mujer, de una maravillosa e incomparable mujer.
Lo bueno, lo
malo, toda la historia de la degenerada humanidad, toda la historia de la
bondadosa humanidad, todo se ha gestado en un vientre de mujer, porque la mujer
es la vida misma.
Me siento orgulloso
de reconocerlo.
Sin ser
suficiente esta invaluable bondad que ha tenido la naturaleza al darme una
bendición materna, me ha premiado además con la felicidad de ser partícipe en la
venida al mundo de otro prodigio femenino. Me siento orgulloso de ser padre de
una mujer.
A ellas todas las
mañanas, tardes y noches. Todos los días para la mujer.
Y para todas unas
letras de algún tiempo, un eco del pasado que sigue marchando:
Y hoy te digo mi
querida “amiga”, mi estimada “contacto”, que de ti depende cambiar el mundo,
que de ti depende el futuro colectivo.
Pocos son los
hombres que luchan por un giro y muchos los “machos” que a diario se enaltecen
en mujeres que se venden por pasajera fama o tesoros de momento.
Triste aquella
que ante obsequios de un simple día se deslumbra todo un año.
Triste la mujer
ciega que florece para un mortal jardinero...
Con dolor sus
pétalos mueren y sus espinas se endurecen.
Feliz aquella
flor que irradia cual estrella y no oculta sus espinas.
Las espinas para
el hombre y sus pétalos para el sol.
Att: Alexander
Marroquín