martes, 7 de marzo de 2017

Mujer: La Vida misma

Un par de cosas, del compendio que componen mi vida, logran que en mi pecho circule un fresco aire de orgullo, una felicidad plena.
Este par de cosas resultan, a oídos comunes, temas de cajón o reflexiones de momento cuando de intentar quedar bien ante los demás se trata, pues las manifestaciones de afecto dependen del visor ajeno y se acomodan a la costumbre o a la tendencia.
La primera que deseo exponer es tan simple que muchos la consideran cuando la ausencia aparece o, paradójicamente cuando requieren los favores de aquello que desmienten a cada momento: Me siento un hombre orgulloso porque reconozco que cada tramo de mi ser, cada respiro que he dado, el respiro actual y los futuros, mis logros y fracasos, los fracasos que me han educado, los lamentos que me han llenado de fortaleza, todo ese mágico coctel de mil sabores, la vida que tanto respeto y a la que le sigo preguntando sobre el sentido de ella misma, esos detalles pequeños que me permiten ser feliz en este pequeño espacio que se me ha otorgado para recorrer en el infinito reloj cósmico, la realidad que puedo objetar, las luchas que me permito dar, las neuronas que me permiten soñar, mi ser físico y el infinito ser mental al que espero llegar, todo, todo aquello que pueda llegar a ver o a imaginar, mi vida misma sin dejar nada afuera, todo fue, es y será posible porque la sabía vida misma me permitió gestarme en el vientre de una mujer, de una maravillosa e incomparable mujer.
Lo bueno, lo malo, toda la historia de la degenerada humanidad, toda la historia de la bondadosa humanidad, todo se ha gestado en un vientre de mujer, porque la mujer es la vida misma.
Me siento orgulloso de reconocerlo.
Sin ser suficiente esta invaluable bondad que ha tenido la naturaleza al darme una bendición materna, me ha premiado además con la felicidad de ser partícipe en la venida al mundo de otro prodigio femenino. Me siento orgulloso de ser padre de una mujer.
A ellas todas las mañanas, tardes y noches. Todos los días para la mujer.

Y para todas unas letras de algún tiempo, un eco del pasado que sigue marchando:
Y hoy te digo mi querida “amiga”, mi estimada “contacto”, que de ti depende cambiar el mundo, que de ti depende el futuro colectivo.
Pocos son los hombres que luchan por un giro y muchos los “machos” que a diario se enaltecen en mujeres que se venden por pasajera fama o tesoros de momento.
Triste aquella que ante obsequios de un simple día se deslumbra todo un año.
Triste la mujer ciega que florece para un mortal jardinero...
Con dolor sus pétalos mueren y sus espinas se endurecen.
Feliz aquella flor que irradia cual estrella y no oculta sus espinas.
Las espinas para el hombre y sus pétalos para el sol.


Att: Alexander Marroquín