miércoles, 1 de julio de 2015

Sobre el recaudo de lo que es propio


La vergüenza no debe estar presente en los escaparates de quienes piden lo que les pertenece. Es un pesado objeto que debe recaer en quienes se adueñan de lo ajeno, tomándolo prestado o no.
Aquellos que sonríen al momento del empréstito pero maldicen en el momento de la devolución no difieren mucho del común ladrón que al contrario es más decente en su directo o indirecto proceder, sin decir que es ejemplar, pero es ladrón a secas y punto.
Estos aborrecibles seres, de camaleónica naturaleza, se las arreglan para transferir al cobrador una capa de enorme sonrojo, logrando generar un injusto sentimiento de culpa matizado por la estúpida dizque moralidad humana.
Acaso la vergüenza no debería acompañar a quien no devuelve lo que no es suyo, la lógica parece apoyar este enunciado. Pero la lógica no es habitual en esta realidad e instante tras instante nobles personas padecen de miedo cuando de recaudar lo prestado o sus honorarios se trata.
Los odiosos morosos argumentan lazos de sangre o de amistad, situaciones difíciles, economía inestable… Muy pertinente esto luego de haber recibido el favor o el servicio. Comportamiento endémico de los humanos carentes, precisamente, de vergüenza.