viernes, 28 de octubre de 2016

El tórtolo afortunado

El pichón de tórtola, sin la fuerza suficiente para el aleteo, caminaba en medio de la calle. Solo la fortuna le había concedido el privilegio de no seguir su viaje embarrado en la llanta de un automóvil. La historia registra un gran número de columbiformes que gorjearon su último adiós a causa de un apretón entre neumáticos y asfalto, estando ellas, por algún motivo incierto, en medio de estos dos elementos y no en el elemento aire que es donde que todos esperaríamos estar en caso de tener alas.
Pasaba el bus, el taxi, el auto particular, la motocicleta... algunos parecían esquivar al pobre palomito, otros tan solo pasaban sin mirar a los lados, como lo seguirán haciendo hasta el final de sus días.
De pronto, un motociclista se aproximaba a tal velocidad que era inminente el surgimiento de una nueva pintura abstracta con trazos de plumas y vísceras de ave; disfrute de perros callejeros, gatos hambrientos o moscas pasajeras. Pero la exposición se canceló cuando de repente el motociclista; exponente de un grupo social cuya característica principal no es la gentileza; detuvo en pleno su vehículo, bajó del mismo y se inclinó para abrigar con sus guantes al pichón afortunado, que con ayuda de su ángel rodante, voló de regreso a la comodidad de su nido.
Buena historia tiene el plumífero para cuando sus padres regresen de sus labores.